Relato enviado por Miguel Ángel Aguirre Delfin
Era el mes de abril del año 2017 cuando mi padre y yo nos enteramos de una “carrera” que hacíamos un año con el año la gente de BMW. Este es un paso en el país del Golfo de México en el Océano Pacífico, empezando en el Puerto de la Villa Rica de la Vera Cruz con el primer rayo de sol, para terminar también en el Puerto de Acapulco. Decidimos revisar la página para checar las fechas de la famosa carrera, pero también para nuestra sorpresa, así como para llevarnos a cabo, así como también para decidimos hacer una pequeña ruta por los pueblos mágicos de Malinalco y Metepec. a sol el siguiente año a como diera lugar.
Desafortunadamente el viernes 27 de octubre de ese mismo año, el perfil de su motocicleta con rumbo a Chilpancingo Guerrero e impartir sus clases en CMIC de esa misma ciudad sin saber que alrededor de las 4:00 PM perdería la vida haciendo las 2 cosas que más amaba, trepado en 2 ruedas yendo a dar clases.
A pesar de todo, seguimos con la cabeza en alto y con la única meta de cumplir las promesas que nos habíamos hecho. Entre mi hermana y yo decidimos cumplir con nuestro compromiso en todas nuestras aventuras. Esto me hizo recordar las palabras que me habían dicho aproximadamente 3 años antes y que Facebook me hizo favor de recordar un par de días después de su muerte.
Con esto en mente, me propuse hacer el reto aunque por las presiones del trabajo, y unos asuntos que estoy planeando para irme del otro lado del charco para cumplir el sueño de mi padre de rodar del otro lado, me hicieron olvidar por completo de el reto de sol a sol.
El día 19 de Abril del 2018 me encontraba comiendo en casa de un amigo, hablando de las próximas rodadas que queríamos hacer, me acorde del reto de sol a sol, en ese preciso instante revise la pagina de internet para ver la convocatoria y me encontré con la sorpresa de que las inscripciones ya habían terminado. Inmediatamente mande un mensaje por Facebook a la pagina de sol a sol a lo que me contestaron lo siguiente:
Ese mismo día y sin titubear prepare mis cosas (2 calzones, 2 pares de calcetines y una playera). Al día siguiente, viernes 20 de Abril, fui a casa de mi amigo Salvador (el güero), a realizarle unos pequeños ajustes de último momento y a llenar el tanque (la panza) con unas deliciosas tortas de jamón y frijoles que nos prepararon las manos santas de su madre y abuela, rematando con un rico chocomilk. Una vez lleno el tanque y con las reparaciones finalizadas, me dispuse a empezar mi aventura, me despedí del Güero estrechando las manos y con un abrazo cálido y amistoso y diciéndome “Estas loco cabrón”.
Salí de Coapa, CDMX a las 11:00 am aproximadamente, tenía que llegar al puerto de Veracruz antes de las 9:00 pm y aún tenía que pasar con la abuela Juana y la abuela Queta a entregarles unos pequeños regalos y sobre todo entregarle las cenizas de mi padre a la abuela Queta.
Llené tanque y enfilé hacia Puebla, y un par de horas después llegó el momento tan esperado, Las Cumbres de Maltrata. No había nada que me detuviera, la autopista era para mí, sólo estábamos mi papá, mi moto, yo y el viento tan hijoeputa que hacía. Terminando de bajar las cumbres, justo cuando termina la montaña, llegó un ventarrón que casi me saca del camino; afortunadamente, pude controlar la moto y regresar a mi carril, pero mi tarjeta de crédito no tuvo tanta suerte y salió volando de la pequeña bolsa de mi chaleco fosforescente donde siempre la llevo en las rodadas, junto con mi tag. Después de buscarla por más de 30 minutos y no encontrarla me di por vencido. Aquí empezó la aventura, ya que sólo llevaba cerca de 1,500 pesos en efectivo para todo el viaje.
Por fin llegue a Córdoba, Veracruz, donde la abuela Juana me recibió con unas riquísimas picadas, unos frijoles con epazote (típicos de doña Juana) y una jarra agüita de sandía para llenar mi tanque de nuevo.
Me despedí de ella con un abrazo angelical tan lleno de cariño como nunca antes había sentido uno y con lágrimas en los ojos me dijo: “Cuídate hijo, ya ves lo que le paso a tu papá”. Me puse el casco y con un guiño y un “no se preocupe abuelita, si me llega a pasar algo tenga por seguro que venía sonriendo como mi padre”, agarré camino “anca” doña Queta Pitol, en el pueblo de Amatlán de los Reyes, Veracruz, a entregar un paquete muy especial.
Al llegar con mi otra viejita me recibió mi tío Enrique Pitol, hermano menor de mi padre, con lágrimas en los ojos, ya que veía en mí, un reflejo de mi padre. Me acompañó a donde estaba Queta Pitol descansando. La encontré tomando una pequeña siesta ya que, el calorcito bochornoso lo ameritaba y al darse cuenta que su nieto había llegado, de igual manera con lágrimas en los ojos y cara de sorpresa (ella no sabía que iba a llegar), me abrazó. Le entregué las cenizas de su hijo el “Mikilotas”, como llamaban a mi padre de pequeño y platicamos otro rato. Aproveché para tomarme una cerveza con mi tío abuelo Chayo y sus amigos y platicar un poco de nuestras vidas y proyectos.
Llegó la hora de irme Queta, le dije. Tomé mis cosas, las subí a la moto y procedimos a tomarnos la foto oficial del evento.
Mi estimada potranca de hierro llamada Abigail y yo pasamos a la gasolinera del pueblo a cargar un poco de gas y nos enfilamos para el puerto de Veracruz.
Después de alrededor de una hora con veinte minutos, logramos llegar al Puerto de Veracruz, en donde tengo tantos recuerdos bellos de la infancia y donde rodé con mi padre las primeras veces que me iniciaba en estos menesteres de las 2 ruedas. Me dispuse a poner el GPS con rumbo al Fiesta Americana en Boca del Río, Ver.
Al llegar, quedé impactado por la cantidad de motos, aunque lo que me llamó la atención no fue eso, si no que no me encontré con motos de mi cilindrada, lo más pequeño que vi en el camino fueron BMW de 310 cc.
Busqué estacionamiento entre la multitud de motos y empecé a quitarme los 30 kilos de chamarras que traía encima, cuando de repente se acercó un singular personaje que respondía al nombre de Yahir, que asombrado me dijo: “¡Que huevos tienes cabrón! Déjame tomarte una foto para subirla a mi grupo y enseñarles que si se puede viajar en una moto de baja cilindrada”.
Nos tomamos los teléfonos nos agregamos a Facebook y me encaminé hacia el hotel para registrarme.
Una vez registrado, tomé mis triques y busqué un restaurante en la avenida principal que recorre todo el malecón. Necesitaba llenar ahora mi tanque, no aguantaba el hambre, necesitaba un restaurante barato ya que no contaba con suficiente efectivo porque había extraviado mi tarjeta. Llegué a un pequeño restaurante que ya estaba cerrando y les pedí de favor que me prepararan un coctel de camarón y me destaparan una caguama bien fría, de esas que tanto se antojan con el calor costeño.
Noté que en la mesa de a lado también había un par de motociclistas que compartirían la ruta conmigo. Lo único que hice fue comer y beber como niño de hospicio mientras escuchaba los tips que se compartían entre ellos ya que se veía que habían hecho esta ruta en varias ocasiones. Al terminar, nos despedimos y nos deseamos buena ruta, pero aún tenia un huequito, tenia antojo de un buen cafecito de la parroquia, ese legendario cafecito del que no puedes prescindir en tu paso por el Puerto de Veracruz.
Nos sentamos en la mesa mi padre y yo y órdenamos un cafecito, nos quedamos platicando alrededor de 2 horas sobre la ruta y los recuerdos que nos traía el lugar. Era hora de descansar para lo que nos esperaba el día siguiente, pero recibí la llamada de Yahir, el chico que me recibió a mi llegada en el hotel. Recorrimos un rato el malecón platicando e intercambiando historias en 2 ruedas. Le conté mi historia y el por que me había decidió hacer la ruta de sol a sol, ahí fue cuando el supo que yo era hijo de un gran guerrero y aventurero conocido también como el lobo solitario o profe Pitol, personaje que conoció en el pasado a bordo de una Suzuki GN125, aunque por alguna extraña razón decidió no decirme nada.
Al día siguiente, para no perder la costumbre, me desperté tarde, la cita era a las 6:30 am en la playa del Fiesta Americana para tomar la foto pero desperté una hora tarde. Fue cuando tome mi celular, y revise los mensaje que tenia y entre tantos encontré este:
Era mi novia dándome ánimos para seguir con la promesa que había hecho con mi viejo hacía ya un año.
Antes de partir hacia Acapulco tenía una última cosa por hacer, tenía que dejar las cenizas de mi padre en el mar, justo como él me lo había pedido 3 años antes. Prendí mi cámara, tomé la urna que llevo siempre conmigo y me dirigí hacia el mar. Al terminar, me despedí y le dije: “Nos vemos en Acapulco viejo”. Con lágrimas en los ojos me despedí del puerto, subí a mi moto y tome rumbo hacia la ciudad de Cardel.
Aunque no fue todo miel sobre hojuelas; la noche anterior un policía de tránsito me detuvo sólo para indicarme que se me había fundido el foco del stop, cosa muy peligrosa, ya que sin él, los coches no me podrían ver. Hice una parada rápida en el Autozone de la ciudad de Cardel que me quedaba de paso y remplacé el foco. En ese punto, fluyeron miles de emociones, supe que ya no había vuelta atrás, era una promesa que había hecho a mi padre.
Inicie mi camino hacia el puerto de Acapulco con nada mas que unas galletas y una lechita en el estomago. LA aventura comenzó, caseta tras caseta, kilometro tras kilometro, yo solo veía pasar los aviones marca BMW. La primera parada la hice entrando a Puebla y fue exclusivamente para llenar tanque, seguí con rumbo a Cuautla, Morelos, pasando por Oaxtepec, Tepoztlán, entroncando con la Autopista México – Cuernavaca, continué hasta la gasolinera que esta a unos kilómetros de la caseta de Tequesquitengo. Una vez ahí, cargue gas, tomé un poco de agua y continúe mi camino hacia Acapulco.
Conforme pasaban los kilómetros, se empezaban a notar en mi cuerpo los estragos de la ruta, el cansancio no se hizo esperar, al mismo tiempo notaba como mi moto me respondía cada vez mejor, fue entonces cuando supe que no faltaba mucho, ya que los motores responden mejor a nivel de mar. Llegue a la ultima caseta antes del maxitunel, el GPS marcaba la entrada por la zona diamante, inmediatamente empecé a seguir al resto de motociclistas que ahí me encontré, en ellos se notaba angustia pues ya eran las 7:00 pm y el sol estaba cada vez mas abajo. Me uní a ellos en la carrera por llegar al hotel antes de que el último rayo de sol se acabara, necesitaba esa medalla, necesitaba cumplir mi promesa.
Al entrar al estacionamiento del hotel no podía creer la cantidad de motos que ahí se encontraban, jamás en mi vida había visto tantas motos juntas. En el lugar se encontraban unos tipines organizando la estacionada de las motos, me asignaron lugar, baje mis cosas de la moto y corrí hacia la playa, el sol ya se estaba metiendo, llegué en el preciso momento en donde tomaron la foto en la playa con todos los que logramos hacer el reto. Sabía que lo había logrado, mi cara se llenó de lágrimas al ver el letrero que habían preparado para nosotros. Pase a recoger mi medalla para presumirla a mi viejo y a todos los que me siguieron en la aventura.
Después de toda la emoción y las felicitaciones, los estragos de la carrera se hicieron notar, tenia un hambre insoportable y un desierto en la boca, pero sobre todo, un dolor de trasero que ni la morfina quitaría. Fui a terminar mi día en la casa de las tías de mi amigo el güero, en Caleta, en busca de un poco de agua, comida y una cama.
Al siguiente día desayune, metí mis cosas en la cajuela de mi guerrera de hiero y tomé rumbo hacia Chilpancingo, aún teníamos un asunto pendiente. Entre mis cosas llevaba una vela que me había dado mi madre para dejarla en el sepulcro de mi padre, allá en el crucero de Chichihualco, a la entrada de Chilpancingo. Me quedé unos 20 minutos platicando y presumiendole la medalla que nos habíamos ganado.
La tarde se me venía encima, era hora de dirigirme a casa, fue entonces cuando estaba en la gasolinera de la salida de Chilpancingo y recibí un mensaje de un par de personas muy importantes en mi vida, mis padres postizos, Cesar y Montse, preguntándome si no quería pasar a tomarme un par de cervezas con ellos cuando pasara por Cuernavaca, estaba súper emocionado y ansioso de contar mi aventura, así que acepte. Llegando al lugar me recibió Montse mamá y Cesar papá con un abrazo y una deliciosa chelita que tanta falta me hacía. Platicamos, comimos y nos hidratamos (cheleamos con medida), hasta que nos agarró la noche y fue hora de partir hacia mi hermosa CDMX. Pero como toda buena aventura, no podía faltar la lluvia.
Empapado y con frío llegó a la caseta de Cuernavaca, y fue allí donde se grabó una frase que dijo un motociclista en Acapulco: “El retoque de Sol a Sol termina cuando llegue a casa”.
En ese momento, por enésima vez en el viaje, empecé como María Magdalena. Sabía que habíamos logrado, me paré un lado de la pista antes de pasar la caseta y grite: “¡Lo logramos viejo!”
Excelente mi estimado!!! Pude vivir tus momentos especiales de solo leer tu relato. Que bueno que lograste cumplir esa promesa y realizar la ruta sin mayor problema. La proxima sol a sol espero poder hacerla, de Chapala a Veracruz-Acapulco-Chapala, si señor!!
Abrazo a la distancia y quien sabe, quiza nos veamos en el camino
Hasta tu proxima aventura.
Muy emotivo relato, mis aplausos a la distancia
Mis ojos se llenaron de lagrimas, de verdad inspira tu aventura.
Ojala pudiera animarme hacer cosas como tu!
Dios te Bendiga.
Vaya relato mis respetos para su Sr. Padre emotivas sus razones de esta rodada en este caso tambien he tenido puras motos de baja CC una italika 200, una pulsar 220 actualmente una dominar 400 y casualmente siempre causa la misma reaccion cuando te ven rodar en moto pequeña hace un año me fui a chiapas en la 220 todo un show
Hola, que tal.
Acabo de leer tu relato, fue emotivo y emocionante.
Quiero hacerte una pregunta: ¿cual fué tu velocidad promedio durante tu viaje?, ¿cuáles fueron tus velocidades mínima y máxima?.
Gracias.
Hola qué tal cómo andamos gracias por tu pregunta!!
La velocidad promedio fue de 120km/hr la velocidad máxima fueron de 155km/hr y la minima fue de 60km/hr
Saludos y estamos al pendiente.